domingo, 27 de julio de 2014

El hombre más viejo del mundo




Él era mi amigo y quizás por eso se sintió obligado a hacerlo. Sé que mis parientes lo presionaron para que lo hiciera. Si se hubiera resistido…. Visto a la distancia, no me hizo ningún favor, más bien todo lo contrario.
Supongo que no supo en ese momento el alcance de sus palabras. Quizás no conocía aún las fuerzas que estaba conjurando, quién sabe. Acaso creyó que estaba reparando una injusticia o dándome una segunda oportunidad. Creo que sí, pero lamentablemente él murió poco tiempo después y yo nunca pude preguntárselo.
Resulta paradójico el haber sido condenado por mi mejor amigo y que él lo haya hecho con la mejor de las intenciones. No lo culpo, prefiero perdonarlo. Si algo aprendí en estos años es que todo pasa y no sirve de nada arrastrar en la vida viejos rencores, mucho menos cuando uno lleva sobre sus hombros una existencia tan larga como la mía.
Además, ha pasado tanto tiempo que no tiene importancia recordar ese momento. Estoy viejo, demasiado viejo y demasiado cansado para seguir torturándome con ese fatal día hace dos mil años en que desperté en medio de la oscuridad y escuché sus palabras: “Lázaro, levántate y anda”.

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