Nunca le prestamos demasiada atención
a Erramuspe, hasta ese día.
–Qué loco –dijo Riganti–.
¿Quién se lo iba a imaginar? Después de tanto tiempo...
–¿Cuánto? –pregunté.
–¿Cuánto qué?
–Cuánto hace que estaba en
contaduría.
–No sé. Cuando yo llegué él ya
estaba a cargo de Valores al Cobro –dijo Curcio.
–Sí. Cuando a mí me
transfirieron de sucursal, también... Che, Silvestre, ¿desde cuándo trabajaba
Erramuspe en contaduría? –dijo Riganti
–Ni idea. ¿Veinticinco, treinta
años?
–Pará boludo, como van a hacer
treinta años, ¿qué, tenía quince cuando entró?
–Veinte entonces, yo que sé.
Llamá a Personal y no me hinchés las pelotas.
–Sí, llamá a Personal.
–¿Por qué no llamás vos, nabo?
–dijo Riganti –. Mirá si voy a llamar justo ahora a personal para preguntar por
Erramuspe… Preguntémosle al Pocho que él debe saber.
Tomé el teléfono y llamé a sistemas.
El Pocho prácticamente vivía en el
centro de cómputos, si había alguien que podía averiguar cuántos años de
antigüedad tenía Erramuspe, era él.
–Hola, habla Moscato de
contaduría. Dame con el Pocho –dije.
Del otro lado, alguien dejó el
teléfono y gritó ¡Méndez, te llaman de contaduría!
Esperé varios segundos hasta que el
Pocho atendió el teléfono.
–¿Quién habla?
–Moscato, de contaduría.
–¿Qué tal, loco?
–Bien... ¿vos?... Decime,
¿podés ver que antigüedad tenía Erramuspe, de contaduría?
–¿Erramuspe?... ¿No es el
que...?
–Sí, el mismo.
–Que loco, quién diría. Ayer me
comentaron y no lo podía creer. Un tipo tan… tan... No sé, nunca me hubiera
imaginado que justo él... Es más, cuando nos contaron, estuvimos como media
hora para poder ubicarlo. Yo sabía que lo conocía por el apellido pero no me
podía acordar de la cara, ni de nada de él. ¿Era un petisito de anteojos, no?
–¿Petisito? No, altura normal.
Anteojos tampoco usaba. Bah, por lo menos acá nunca se puso, por ahí los usaba
para ver de lejos pero yo nunca me lo crucé fuera del banco...
Pará –dije y alejé un segundo el tubo del teléfono.
–Riganti –dije. Vos que sos
vecino de Erramuspe ¿Sabés si usaba anteojos para ver de lejos?
–Yo que sé, mamerto. ¿Y de
dónde sacaste que yo soy vecino de Erramuspe? Él vive cerca de la casa de
Curcio.
–No, viejo. Cerca de mi casa
no. Erramuspe tomaba el 25 hasta Barracas, yo siempre lo veía en la parada,
creo.
–No che –dijo la voz de Méndez
desde el auricular–. Yo tomo el 25 y nunca me lo crucé.
Pensé que, primero, Méndez no se iba
jamás del banco antes de las once de la noche así que difícilmente podía
cruzarse con Erramuspe ni con ningún otro compañero de contaduría, y si lo
hubiera hecho, de todos modos, ¿cómo iba a reconocerlo si estaba esperando a un
petisito miope y Erramuspe medía más de un metro setenta y además no usaba
anteojos?
–No importa Méndez. ¿Vos tenés
forma de saber cuándo entró Erramuspe al banco? Acá ninguno se puede acordar
desde cuando trabajaba en contaduría.
–Dame cinco minutos.
–¿Espero?
–No. Te llamo yo.
Corté.
–Listo –dije. El Pocho se va a
fijar en el sistema y nos va a decir cuándo entró Erramuspe.
–¿Y Moreno? –preguntó Riganti.
–¿Moreno qué?
–No, digo. Moreno es el
gerente, él tendría que saber.
–Andá si querés, pero vos sabés
que el pelado es medio cabrón y no me parece buen momento justamente ahora para
que alguien vaya y le recuerde a Erramuspe –dije.
–Además, lo llamaron temprano
de la dirección y todavía no volvió. Seguro que le están tirando las bolas por
lo de Erramuspe –dijo Curcio.
–¿Y él qué tiene que ver?
–preguntó Riganti.
–Y bueno, es el gerente.
El teléfono sonó apenas una vez.
Atendió Riganti.
–Hola... No, Riganti... No
importa, decime a mí... ¿Qué?.. ¿Seguro?... ¿Te fijaste bien?... Bueno,
gracias.
–¿Qué dijo? –pregunté.
–Dice que no aparece en el
sistema.
–¿Cómo que no aparece?
–Nada. No existe. No está.
Nunca estuvo. Lo buscó hasta en los backups y no lo encontró. No tiene número
de legajo. No hay forma de rastrearlo. No aparece.
Me pareció lógico. Imposible, pero
lógico. Erramuspe siempre fue tan imperceptible que era razonable que ni
siquiera tuviera número de legajo. Quién sabe, quizás jamás le habían liquidado
un solo sueldo en todos estos años. Sí, imposible, inverosímil, pero lógico.
–¿Quién no aparece? –preguntó
De Seta, que justo había entrado en la oficina para llevar la correspondencia a
mayordomía.
–Erramuspe –dijo Riganti.
–¿Erramuspe?... ¿No es ese el
que...?
–El mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario