Tío
Fermín siempre fue un rebelde. Por eso cuando no se quiso dar por enterado de
que había muerto, ninguno en la familia se asombró demasiado.
Fue
un velorio animado. El tío charlaba y tomaba café en el patio como uno más de
sus deudos, venidos algunos desde pueblos muy lejanos. Bastaba esperar la
llegada de un nuevo visitante, verlo acercarse al ataúd vacío y volver a la
sala con cara de sorpresa, para que todos los presentes soltáramos las
carcajadas. Después, alguno de los familiares más cercanos explicaba al recién
llegado la situación; porque el tío, fiel a sus principios, se negaba siquiera
a mencionar el tema de su reciente pase a la posteridad. Fue divertido sí,
aunque por la mañana hayamos tenido que ponernos serios y enterrar al tío
Fermín a la fuerza.
Un
buen rato después de que taparan el hoyo todavía se escuchaban sus gritos.
2 comentarios:
Muy bueno!
genial!
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